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lunes, 10 de marzo de 2014

El sistema de elecciones permanentes

Todos conocemos, al menos a grandes rasgos, cómo funciona el sistema de democracia representativa en este país. Cada cuatro años se convocan elecciones para que los ciudadanos votemos a la formación política de nuestra cuya ideología o programa electoral nos convenza más, y le damos nuestra confianza colocando la correspondiente papeleta en la urna. Es el único poder democrático real que el actual sistema nos permite.

El partido político o coalición que acceda al Gobierno lo hace con un cheque en blanco para hacer lo que les de la gana, y los ciudadanos poco podemos hacer, a saber:
  • Maldecir en calles, plazas, bares, reuniones, redes sociales, bien sea individual o colectivamente. En algún caso, y según la manera y el momento, podrá ser sancionado, detenido o incluso agredido físicamente.
  • Organizarse en colectivos de diverso tipo: plataformas ciudadanas, asociaciones de afectados, partidos políticos, sindicatos, etc. De todos estos colectivos, los únicos que pueden darle la vuelta al sistema, obteniendo el apoyo de la mayoría ciudadana, son los partidos políticos. El resto puede ganar algunas batallas, pero no la guerra. El problema que tienen los nuevos partidos políticos es que la legislación electoral vigente constituye una muralla difícilmente salvable para todos aquellos partidos de nueva creación o poco apoyo popular.
  • Armarse de paciencia y esperar a otros cuatro años para votar a otros.
  • Emigrar, con la rabia, la tristeza y el dolor de tener que abandonar tu tierra y tu gente porque se ha convertido en un país de borregos adormilados que no espabilan por mucho que los zarandeen, que los dejen sin trabajo, sin educación, ni sanidad, ni calefacción, ni casa... ni un plato de lentejas que llevarse a la boca.
Y esto es todo, amigos. Algunas iniciativas, como la de Democracia 4.0, promueven la posibilidad de que los ciudadanos de los ciudadanos participen votando la elaboración de las leyes, y recuperar de esta manera uno de los tres poderes del Estado (el legislativo), pero este concepto sólo aparece en el programa electoral de la Red Ciudadana Partido X, con lo cual sólo podrá llevarse a la práctica si dicha formación gana las elecciones.

¿En qué consiste el sistema de elecciones permanentes?

Surge como complemento al concepto de Democracia 4.0 y constituye una herramienta que confiere más poder y control a los ciudadanos sobre el Gobierno que los representa. Lo explico con un ejemplo.

Se celebran elecciones generales. Los ciudadanos acuden, más o menos como siempre, a los colegios electorales y depositan su papeleta en la urna. El partido más votado obtiene la victoria (es un ejemplo) y el presidente electo forma su equipo de Gobierno. En su programa electoral propuso a los ciudadanos una serie de medidas a adoptar en su legislatura. Empiezan su trabajo por los paquetes de modificaciones legislativas, intentando lograr el máximo consenso en las cámaras legislativas y dentro del marco de su programa electoral, y adoptan las reestructuraciones organizativas necesarias que más se adapten a las líneas de trabajo a desarrollar.

Pero resulta que el partido político, una vez se convierte en Gobierno, no sólo no hace lo que decía en su programa electoral, sino que hace otras cosas totalmente en contra de muchos ciudadanos cuya confianza en forma de voto consiguieron.

¿Qué puede hacer el ciudadano, además de las opciones que se detallaban antes, cuando se ve engañado por el Gobierno? Acude a cualquiera de los registros públicos (ayuntamiento, consejería, ministerio, delegación provincial...) y, tras identificarse, CAMBIA SU OPCIÓN DE VOTO. Automáticamente y en tiempo real, su voto se ve reflejado en los marcadores de apoyo ciudadano (prácticamente como las listas de escrutinio electoral), y se va a su casa con la satisfacción de que ha podido hacer algo, de que es un ciudadano libre que posee su cuota de poder correspondiente y, en base a ésta, cambia su opción electoral en cualquier momento. Pongo este ejemplo porque si digo lo del voto electrónico, siempre me sale uno que me pregunta por el abuelito que no ha cogido en su vida un ordenador, pero claro, el voto electrónico también puede ser otra vía.

Si este gesto que hace el ciudadano se repite a lo largo de todo el país de una manera significativa, puede llegar a alterar considerablemente el apoyo ciudadano al partido que gobierne en ese momento, llegando incluso el momento en el que el gobierno pierda la mayoría, momento a partir del cual empieza una cuenta atrás de un plazo (tres meses, seis...) en el que el Gobierno ya es consciente de que los ciudadanos no están conformes con su política y que tiene que enderezar el rumbo y cumplir el programa electoral por el que obtuvo la victoria. En definitiva un Gobierno para el pueblo y controlado por el pueblo.

Abordo con cautela la duda de que la plasmación de un concepto así pueda condenar al país a una inestabilidad política, social y, a la postre, económica, y no se me ocurren qué otros inconvenientes pueda acarrear la implantación del sistema de elecciones permanentes que no sean para la clase política, convertidos ya en fieles servidores públicos... por la cuenta que les trae.

viernes, 7 de marzo de 2014

El triunfo de los poderosos

El otro día estuve en la charla que dio Juan Moreno Yagüe, el abogado sevillano impulsor de la llamada Democracia 4.0, sobre Blesa y las preferentes. Había prometido en su twitter explicar los entresijos de esta cuestión y cómo este criminal sinvergüenza va a salir indemne del proceso judicial al que está siendo sometido. Acudí al patio de la Sala El Cachorro, donde tuvo lugar la charla aprovechando el clima de la incipiente primavera sevillana, ávido de secretos y claves para entender bien lo que estaba ocurriendo, y salí de allí con una mezcla entre depresión y rabia, que opté por combatir con unos vinos y unas tapas en el cercano Puratasca. Pero poco duró la distracción y, a la segunda copa, la cena se convirtió en una extensión más de la charla a la que había asistido minutos antes.

Juan Moreno nos explicó con lucidez y claridad durante algo más de hora y media cómo el actual sistema no es más que un chiringuito para que unos pocos, ricos y poderosos, acumulen cada vez más y más riqueza y poder frente a la gran masa de ciudadanos, impotentes, quizás por esa indefensión aprendida que mencionó Isabel Sánchez, del Partido X.

El repaso no sólo afectó al tema de Blesa y las preferentes, sino que se extendió a las reformas del sistema judicial que está llevando a cabo Gallardón, a cómo se han modificado las leyes electorales para dificultar al máximo el surgimiento de nuevos partidos, al colapso del sistema de pensiones, a las reformas laborales, a los chiringuitos de fraude fiscal que, dentro de la estricta legalidad, tienen montados bancos y empresas financieras, a la estafa de las eléctricas, etc. etc, describiendo un sistema corrupto hasta los cimientos que precisa de una refundación desde abajo, con una democracia real como enfoque principal, a base de trabajo, responsabilidad y el compromiso de todos los ciudadanos.

Insistió en que los ciudadanos tienen el poder y ya lo están ejerciendo, organizándose en plataformas, partidos, frentes cívicos, asociaciones, y que la gente está empezando a tomar cartas en el asunto. Se habló de que el 15M fue ese momento en que España entera se echó a la calle para reclamar a los poderes públicos un cambio en las políticas. Se habló también de la épica gesta del colectivo 15MpaRato, del importante papel que han jugado Internet y las redes sociales para la coordinación de todas estas acciones civiles, y de que, en resumen, la mayoría de la gente está cansada e indignada con esta situación, y que ahora es el momento de que proyectos como la Red Ciudadana del Partido X, u otras iniciativas similares, tomen el relevo para, con el apoyo popular, conseguir retomar el poder al servicio de la ciudadanía.

Yo fui uno de los que acudió, ilusionado y expectante, a la marcha del 15M de 2011. Desde Torre Norte, en Plaza de España, miles de personas iniciamos una marcha de reivindicación, conscientes de que lo mismo estaba sucediendo en muchas ciudades de España, justo en ese histórico momento. Siempre me había estado quejando de que la gente, y en especial los jóvenes, no hacían nada por luchar por su futuro y rebelarse contra el abuso que políticos e intereses económicos estaban ejerciendo, y allí, solo pero rodeado de gente, mis quejas obtuvieron respuesta. Por fin, la #spanishrevolution.

Pero luego llegaron las elecciones de noviembre y, oh sorpresa, oh mustios collados de mi esperanza, el Partido Popular arrasó con una aplastante mayoría absoluta, si bien hay que decir que el grado de participación no fue especialmente alto, situando la abstención como la auténtica primera fuerza política. Era en las urnas donde los ciudadanos debían manifestarse, y a pesar del aumento de partidos de izquierda y otras iniciativas, el hecho es que la mayoría de la gente se decantó por el PP y el PSOE. ¿Qué estaba pasando? ¿Y el 15M? ¿Dónde estaba esa "España entera" que se había echado a la calle?


La cosa empeoró con las elecciones autonómicas. A pesar de las desastrosas políticas llevadas a cabo por Rajoy y sus secuaces, y el sistemático incumplimiento de los compromisos de su programa electoral, el Partido Popular volvió a revalidar su mayoría absoluta en Galicia, e incluso fue el partido más votado en Andalucía, necesitando el PSOE un gobierno de coalición con IU para impedir que el PP accediera también al Palacio de San Telmo. Y por si fuera poco, las últimas encuestas de intención de voto siguen situando al PP como la opción de la mayoría.

¿Por qué sucedió esto si la gente está tan indignada y se organiza tanto? ¿Por qué ese descontento ciudadano generalizado no se refleja en las urnas ni en las actuales encuestas de intención de voto? Para mí, la explicación más posible es que, sencillamente, los ciudadanos que estamos en contra de este sistema y estamos reaccionando somos minoría, a veces ruidosa, sí, pero minoría.

Son muchas las veces que he intentado hablar de política y me encuentro con que la mayoría de la gente, o sólo ve PP y PSOE, o ya ni prefiere oír hablar de política ni ir a votar porque piensan que "todos son iguales". Y ésto, amigos, es lo que abunda en España y constituye, en mi humilde opinión, el primer y más grande obstáculo en el camino hacia una verdadera democracia. No se trata ya sólo de cambiar el sistema político sino de cambiar las formas de pensar de millones de personas. Los doce trabajos de Hércules, al lado de semejante empresa, son los deberes para una tarde de un niño de 2º de EGB (soy de los antiguos).

En eventos como la charla a la que asistí, compartes espacio con personas preocupadas por la situación que han decidido informarse y hacer algo. Me sentí muy identificado con el comentario de uno de los asistentes cuando decía que ya estaba cansado de ver vídeos, leer artículos, noticias y que ya estaba saturado de tanta información. Creo que eso es lo que nos sucede a la mayoría de los que nos encontramos por estos lares, convirtiéndose el discurso de Juan en una especie de lluvia sobre mojado... mientras la mayor parte del terreno está seco y las nubes no llegan.

Una vez, en una de las manifestaciones a las que fui, atisbé entre la muchedumbre a un manifestante engominado, con su polo de Lacoste, que parecía haber salido de uno de los cortos de los compadres (creo que llevaba hasta patillas de hacha), y aquella visión fue para mí un rayito de una esperanza nueva, la de que la gente podía cambiar, de que la indignación traspasaba barreras ideológicas y que todos, desde nuestra particular visión de las cosas, indenpendientemente de nuestra filiación política, podíamos comprometernos y exigir, y construir, un nuevo sistema más democrático, justo e igualitario.

Pero lo cierto es que sigo teniendo la sensación de que los ciudadanos que armamos ruido, que acudimos a las manifestaciones, que compartimos información en las redes, que participamos en el debate público y político, seguimos siendo minoría. Una minoría, a veces, ruidosa, pero no somos los suficientes. Y si echamos un vistazo a la juventud, exceptuando a una minoría, la ciudadanía que viene no augura un futuro mejor.
Se me quedó en el tintero preguntarle a Juan Moreno, en relación al entusiasmo que manifestó por las redes sociales y su poder de convocatoria y difusión de información independiente, qué opinaba sobre las recientes reformas legislativas que han convertido la nueva Ley de Seguridad Ciudadana en una especie de ley mordaza, criminalizando determinadas acciones de coordinación en las redes y difusión de información (abusos policiales, por ejemplo) en Internet, o si veía cómo la "tasa Google" iba a influir negativamente en la propagación de noticias por la red, y mermar, por consiguiente, el poder de información libre e independiente de esto que llamamos el ciberespacio. Para la próxima será.