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lunes, 27 de febrero de 2006

Amigo...

...no te des por vencido ni aun vencido,
no te sientas esclavo ni aun esclavo;

trémulo de pavor, piénsate bravo,

y arremete feroz, ya mal herido.


Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;

no la cobarde estupidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido.


Procede como Dios que nunca llora;

o como Lucifer que nunca reza;

o como el robledal cuya grandeza

necesita del agua y no la implora.


¡Que muerda y vocifere vengadora

ya rodando en el polvo tu cabeza!



-Almafuerte-

Tela de frío

Hace tiempo de quedarse en casa, con estufita, mantita, caldito y todo lo que acabe en ito o ita y reconforte con solo escucharlo. El desfile de temporales de los últimos días nos obliga a refugiarnos en casa, y a algunos nos han puesto de guardia a unos cuantos virus para asegurar nuestro arresto domiciliario. Con la nariz tapada, los labios como la seca tierra que no ve una gota hace meses, la voz de un quejumbroso barítono y el pecho como una fábrica de palomitas, me pongo a escribir las ideas que se me vienen a mi anestesiada conciencia, sin repasarlas ni colocarlas con demasiado orden.

Es hora también para reflexionar, porque eso es la experiencia. No lo que se vive, sino lo que uno piensa sobre lo que ha vivido. Es entonces cuando, en soledad, y sin que nadie nos mire y nos culpe, uno puede reconocer los fallos y aprender de ellos, colocarlos en la estantería de "cosas a tener en cuenta" con una etiquetita que pone "propósito de enmienda". Y es que a mí no me vale eso del yo soy como soy y ya está. ¿Entonces para qué vivimos? ¿para resignarnos a ser como somos? ¿somos tan vagos que no queremos trabajar la piedra de nuestro carácter? Eso no significa dejar de ser uno mismo, porque... ¿acaso dejamos de ser nosotros mismos cuando crecemos? ¿cada vez que aprendimos algo nuevo? ¿cada vez que notamos una mejora en nuestra personalidad?

Es ése el principal trabajo que todos tenemos. El otro, el de horario partido o jornada continua de 8 a 3, ese es para comer, pagar la hipoteca y comprarle la pleiesteishon al sobrino por reyes. El verdadero trabajo no se remunera en dinero sino en plenitud, serenidad, sabiduría y... en definitiva, felicidad, o mejor dicho, una mayor acumulación de momentos felices, que es lo que es en definitiva eso que llamamos felicidad.

jueves, 16 de febrero de 2006

La cultura del cambio

Deberían de conceder subvenciones a las empresas que lo solicitaran para instalar vestuarios y duchas en los centros de trabajo. No supondría una inversión excesiva y podría ser rentable en muchos aspectos que al final se traducen en calidad de vida y, como no, dinero. Dando un pequeño repaso a cuales podrían ser los beneficios tenemos:
  1. Calidad de vida para los trabajadores. Todos aquellos que quisieran podrían utilizar dichas instalaciones, por ejemplo, para ducharse y cambiarse tras llegar al trabajo haciendo ejercicio, bien corriendo o en bici. O también al salir del mismo, para llegar antes a su cita sin necesidad de volver a casa para ducharse, perdiendo tiempo en ese desplazamiento intermedio. En el primer caso, los trabajadores ganarían en salud, tiempo y dinero. Salud porque hacen más ejercicio. Tiempo porque se lo ahorran en el desplazamiento, ya que muchas veces se tarda más en coche por culpa del tráfico y de encontrar aparcamiento, que en bici o corriendo, según la distancia entre el domicilio y el centro de trabajo. Y dinero porque se ahorran el coste del transporte al centro de trabajo, así como aparatos de gimnasia o mensualidades en el gimnasio, al ser este tipo de ejercicio una buena alternativa, que además es gratis.
  2. Ahorro para las empresas. Al facilitar las posibilidades de hacer ejercicio a sus empleados, éstos están más saludables, por lo que las bajas por enfermedad común sin duda se reducirán en un porcentaje que permitiría ahorrar costes a la empresa, al mismo tiempo que incrementaría la productividad. No es ningún secreto que un trabajador sano rinde mucho más, sea el tipo de trabajo que sea.
  3. Descongestión del tráfico. Cuantos más sean los que vayan cambiando a este sano hábito, más se notará en el tráfico rodado. Reduciría la saturación de los transportes públicos y los atascos en general.
  4. Mejora del medioambiente. Es una consecuencia derivada directamente de la anterior, ya que al haber menos tráfico, se producirían menos gases a la atmósfera. Tampoco hemos de olvidar la reducción de la contaminación acústica.
  5. Ahorro para el Estado. Por el mismo punto anterior, unos ciudadanos más saludables que se mueven de forma más limpia y ecológica suponen, no ya sólo un ahorro para el sistema de Seguridad Social, al reducir las bajas por enfermedad, sino un ahorro en la gestión ambiental, ya que se tendrían que invertir menos recursos en "arreglar" los estropicios causados por la polución. También, relativo a esto, supone una inversión a largo plazo como reclamo turístico. Sabemos que, a día de hoy, ya hay ciudades en el mundo (México DF, Pekín...) con graves problemas tan graves de contaminación que muchos turistas las tienen vetadas. Uno de los patrimonios más ricos que tiene España es el turismo, así que protejámoslo conservando las ciudades más saludables.
Pero al plantear esta solución se pueden presentar varias dificultades o problemáticas. A saber:
  1. Financiación. Los beneficios repercuten en ámbitos que abarcan competencias de todas las Administraciones, desde la local a la estatal, por tanto el coste de la subvención podría ser compartido entre todas ellas, aplicando una fórmula de reparto justa y proporcional al beneficio obtenido. Además, se plantea el metodo de financiación como una subvención en parte, ya que la empresa también sale beneficiada, y debería de sufragar parte del coste de instalación de estos vestuarios y duchas. Para el fomento de esta práctica, las administraciones deberían de establecer ayudas, bien fiscales o de cualquier otro tipo, para aquellas empresas que decidan construir dichas instalaciones. Asimismo, al beneficiarse también los trabajadores, se les podría cobrar una pequeña cantidad en concepto de uso de los vestuarios, que sería muchísimo menor que cualquiera de los costes de transporte rodado o mensualidades en el gimnasio. Todas estas medidas serían flexibles y habría que estudiar todos los casos posibles para determinar con exactitud la fórmula más idónea.
  2. Cultura. He aquí uno de los mayores problemas. Si las empresas comienzan a instalar estos vestuarios, ¿quién los utilizará? ¿Realmente se notará? La respuesta es que al principio lo utilizará tan poca gente que no se notará. Algún bicho raro en alguna empresa empezará a hacerlo y mucha gente probablemente critique esta práctica, descalificando o burlándose de este pionero. También criticarán la empresa por hacer esto en vez de arreglar "cosas más urgentes e importantes". Lo calificarán de tontería, quizás de forma de enmascarar beneficios ocultos o blanquear dinero. Pero la persistencia y todos nosotros puede hacer que todo eso cambie poco a poco. Seguramente hubo un momento, no hace muchos años en el que a alguien se le ocurrió montar clases de bailes latinos. También muy probablemente, mucha gente criticaría la idea por lo extravagante y nueva, y muy poquita gente estaría dispuesta a apuntarse. No había una cultura creada sobre ese tema, y los comienzos son siempre difíciles. Pero la idea era buena, y solo faltaba tiempo para "cambiar el chip". Yo creo que esto es lo mismo. Los beneficios al final serán mucho mayores cuanta más gente se apunte al carro.
  3. Requisitos. Para empezar, un número mínimo de trabajadores en la empresa. De nada sirve que pongan una ducha en una tienda donde hay dos dependientes, de más de 50 años que jamás en su vida han hecho deporte. Pero si la empresa fuera de unos 50 informáticos entre los 20 y 40 años, seguro que alguno de entrada se apuntaría. También hay que tener en cuenta que, dependiendo del grado de forma del trabajador en cuestión, solo podrían optar por esta alternativa aquellos que se encontraran en un radio no muy amplio del centro de trabajo. Quizás 5 kms, como máximo, o 10, o incluso 15, para ir en bici, y que las calles permitan este tipo de práctica. Recuerdo ahora esta noticia de que se van a construir ocho carriles-bici que van a cruzar la ciudad en diferentes sentidos. Una buena medida que sin duda favorecería la puesta en marcha de este proyecto.
Se me ocurren algunas cosas más, pero éstas han sido las líneas básicas de las ideas más importantes y tampoco quiero engordar demasiado este blog, porque al fin y al cabo, ¿servirá de algo? Igual lo mando al Ayuntamiento, o a la Consejería de Medio Ambiente... y lo ponen en práctica. Lo haré. Aunque parezca un idealista y un ecologista empedernido. Como era mi hermano. Ojalá me parezca a él.

martes, 14 de febrero de 2006

Recuperar la cordura

Me gusta el momento que estoy viviendo. Y no porque lo esté pasando bien. Soy un mar de dudas, inseguridades, frustraciones, de deseos no satisfechos... Pero todo eso puede cambiar de un plumazo. Es una oportunidad para cambiar algo muy importante de mí: yo mismo.

Es curioso como todo puede cambiar en un plisplas en el momento en que eres capaz de cambiar tu punto de vista, la manera en la que percibes las cosas, alterando tu estado de conciencia y centrándote en unos objetivos premeditados de antemano, un norte fijado solo en momentos de lucidez. Mi norte es conocerme a mí mismo, y a través de ese autoconocimiento, cambiarme a mí, evolucionar, como vía para, en definitiva y dicho sin frases sofisticadas, "estar mejor". Porque bien ya estoy, las cosas como son.

Sí, he tenido problemas. ¿Y quien no? Pero esos problemas son ínfimos si los comparas con otros. Para empezar, estoy aquí, sentado, recien comido, escribiendo en este blog. Y ahora voy a ir a casa de mi madre, andando. No me duele nada. Tengo personas que me quieren, que me aman. Y me doy cuenta de que la mayoría de los inconvenientes de mi vida son inventados por mí o prácticamente ridículos al compararlos con los de otras personas que me rodean, o que están en la otra punta del globo, eso da igual. ¿Acaso no son personas, como yo? Ellos tienen menos suerte que yo. Soy un hombre afortunado, y me siento agradecido, aunque aún no sé muy bien a qué o quién.

Qué fácil se puede cambiar de no estar pasándolo bien a estar bien, con un simple cambio de enfoque. De punto de vista, de ser más observadores, de mirar hacia fuera para reparar en todo aquello que es lo mismo que lo que llevamos dentro. No entendería mi vida en un mundo sin otras personas. Ellos son como yo, y yo como ellos. Somos la misma cosa, con diferentes formas, y todos formamos parte de lo mismo.

No hay contradicciones sino diferentes puntos de vista que se alternan.