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martes, 14 de febrero de 2006

Recuperar la cordura

Me gusta el momento que estoy viviendo. Y no porque lo esté pasando bien. Soy un mar de dudas, inseguridades, frustraciones, de deseos no satisfechos... Pero todo eso puede cambiar de un plumazo. Es una oportunidad para cambiar algo muy importante de mí: yo mismo.

Es curioso como todo puede cambiar en un plisplas en el momento en que eres capaz de cambiar tu punto de vista, la manera en la que percibes las cosas, alterando tu estado de conciencia y centrándote en unos objetivos premeditados de antemano, un norte fijado solo en momentos de lucidez. Mi norte es conocerme a mí mismo, y a través de ese autoconocimiento, cambiarme a mí, evolucionar, como vía para, en definitiva y dicho sin frases sofisticadas, "estar mejor". Porque bien ya estoy, las cosas como son.

Sí, he tenido problemas. ¿Y quien no? Pero esos problemas son ínfimos si los comparas con otros. Para empezar, estoy aquí, sentado, recien comido, escribiendo en este blog. Y ahora voy a ir a casa de mi madre, andando. No me duele nada. Tengo personas que me quieren, que me aman. Y me doy cuenta de que la mayoría de los inconvenientes de mi vida son inventados por mí o prácticamente ridículos al compararlos con los de otras personas que me rodean, o que están en la otra punta del globo, eso da igual. ¿Acaso no son personas, como yo? Ellos tienen menos suerte que yo. Soy un hombre afortunado, y me siento agradecido, aunque aún no sé muy bien a qué o quién.

Qué fácil se puede cambiar de no estar pasándolo bien a estar bien, con un simple cambio de enfoque. De punto de vista, de ser más observadores, de mirar hacia fuera para reparar en todo aquello que es lo mismo que lo que llevamos dentro. No entendería mi vida en un mundo sin otras personas. Ellos son como yo, y yo como ellos. Somos la misma cosa, con diferentes formas, y todos formamos parte de lo mismo.

No hay contradicciones sino diferentes puntos de vista que se alternan.

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