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jueves, 13 de diciembre de 2007

¿Quién le pondrá el cascabel al... coche?

Hace ya algunas semanas que estoy cogiendo la bici habitualmente para moverme, aprovechando los recién inaugurados más de 80 kms de carril bici (algunos todavía pendientes de terminarse) y ya en varias ocasiones he estado a puntito de comerme a más de un transeúnte por coincidir que cambia de dirección al caminar invadiendo el carril bici justo cuando yo paso al lado. Incluso ocurre al circular por la calzada. A veces el timbre no basta (es verdad, no lo llevo... pero un berreo cabrero potente y lo que me ahorro en timbres, oye...) porque la gente cruza por estos carriles sin mirar siquiera (contraviniendo el art. 13 de la ordenanza municipal al respecto).

El caso es que la gente no está acostumbrada a no oir al vehículo que se aproxima. Han sido muchos años (toda la vida, en realidad) de coches y motos con motores de combustión hasta tal punto que el tráfico no solo ha generado contaminación por gases sino también contaminación acústica. El ruido de estos motores se ha convertido en parte del panorama normal de nuestras ciudades. Nos hemos acostumbrado tanto a ese ruido del tráfico que yo me pregunto ¿cómo será cuándo se generalizen los vehículos con motores de hidrógeno?

Sí, estamos hablando del futuro y tampoco es 100% seguro que sea el hidrógeno la alternativa elegida, pero hoy en día es la que cuenta con más adeptos entre las grandes compañías del motor. Lo que sí es seguro es que el petróleo se acabará. Y que antes de eso, subirá a precios insostenibles. Y también es cierto que se está investigando mucho en energías renovables y sistemas y motores que aprovechen dichas energías. Así que el cambio es solo cuestión de tiempo. He encontrado muchas predicciones en Internet sobre plazos de comercialización y extensión de este mercado, tanto a nivel global como en Japón o EE.UU., pero permitidme que haga yo mi propia previsión, con poco o ningún fundamento. En Europa, yo creo que entre los años 2.015 y 2.025 será el período en el que se le dará la vuelta a la tortilla, es decir, el número de vehículos propulsados a hidrógeno y otras energías renovables superará a los movidos por motores de combustión, y a partir de 2.025 hasta 2.030, el motor a combustión prácticamente será una excepción. Seguramente me equivoque, pero ahí queda dicho, por si acaso. No creo que este blog dure tanto, la verdad.

Teniendo en cuenta todo lo dicho y se produzca cuando se produzca, ¿qué creéis que ocurrirá en ese período de transición? Las calles empiezan a tener menos ruido de tráfico, pero la gente sigue habituada, casi insconcientemente a tener el sentido del oído como uno de los medios principales para moverse por la ciudad, cruzar las calzadas, pero... el oido ya apenas sirve, porque estos vehículos no producen ruido. ¿Consecuencias? A mí se me ocurre una: un dramático ascenso del número de atropellos. Ojalá me equivoque.

martes, 29 de agosto de 2006

Requeteciclo


Hace poco he conseguido un aparato fantástico. Se trata de una bici elíptica. Las hay en casi todos los gimnasios (podéis ver el modelo exacto aquí). Ahora pueso hacer ejercicio con varias ventajas: bajar peso, fortalecer mis rodillas sin gastarlas con ejercicios de carga (correr), ahorrar tiempo... Todo en uno. Es un buen invento: buena salud amortizada en 6 meses de gimnasio.

Pero cada día, cuando me pongo a pedalear y me tiro una hora sudando a mares, algo en mí me reconcome y me hago la inevitable (al menos en mí) pregunta: ¿Y si se pudiera aprovechar toda esta energía? La verdad es que sudo como un condenado pedaleando así que ¿no sería fantástico que otra ventaja más de la vida deportista fuera un descuentillo en la factura de la luz? Solo hay que imaginar que sale al mercado un aparato, digamos, del tamaño de un radio casette, y que podemos "conectar" a nuestro aparato de gimnasia favorito (bici eliptica, estática, remo...) para aprovechar toda la energía mecánica y transformarla en eléctrica mediante una dinamo para cargar el acumulador eléctrico de la vivienda.

¿Cuánta energía se podría ahorrar? ¿Qué grado de eficiencia haría falta en el proceso para que el sistema fuera rentable? Y sobre todo ¿es técnicamente viable?

Imaginemos, sin ningún tipo de conocimiento sobre el tema ni datos objetivos y contrastados para manejar, que una hora de ejercicio diario a un ritmo suave-medio permitiera ahorrar el 15% del consumo energético medio de una familia media. Supongamos también que la factura media es de unos 120€. Eso supondría un ahorro de 18 € mensuales. Si el aparato costara unos 180 €, podríamos amortizarlo en 10 meses y, a partir de ahí, a ahorrar. ¿Estoy soñando? Es posible, pero en mi opinión es ésta una posibilidad fascinante. ¿Hay algún ingeniero en la sala?

La energía está cada vez más cara y su coste se repercute a su vez en casi todos los productos y servicios de nuestra economía de mercado, por lo que un uso cada vez más eficiente de la misma constituye la clave para abordar los retos energéticos de un futuro muy próximo, eso sin mencionar los beneficios para el medio ambiente de la proliferación del uso energías limpias y renovables.


Este es uno de los mayores retos tecnlógicos de nuestro futuro a medio y largo plazo. A ver si vamos tomando conciencia de ello.

jueves, 16 de febrero de 2006

La cultura del cambio

Deberían de conceder subvenciones a las empresas que lo solicitaran para instalar vestuarios y duchas en los centros de trabajo. No supondría una inversión excesiva y podría ser rentable en muchos aspectos que al final se traducen en calidad de vida y, como no, dinero. Dando un pequeño repaso a cuales podrían ser los beneficios tenemos:
  1. Calidad de vida para los trabajadores. Todos aquellos que quisieran podrían utilizar dichas instalaciones, por ejemplo, para ducharse y cambiarse tras llegar al trabajo haciendo ejercicio, bien corriendo o en bici. O también al salir del mismo, para llegar antes a su cita sin necesidad de volver a casa para ducharse, perdiendo tiempo en ese desplazamiento intermedio. En el primer caso, los trabajadores ganarían en salud, tiempo y dinero. Salud porque hacen más ejercicio. Tiempo porque se lo ahorran en el desplazamiento, ya que muchas veces se tarda más en coche por culpa del tráfico y de encontrar aparcamiento, que en bici o corriendo, según la distancia entre el domicilio y el centro de trabajo. Y dinero porque se ahorran el coste del transporte al centro de trabajo, así como aparatos de gimnasia o mensualidades en el gimnasio, al ser este tipo de ejercicio una buena alternativa, que además es gratis.
  2. Ahorro para las empresas. Al facilitar las posibilidades de hacer ejercicio a sus empleados, éstos están más saludables, por lo que las bajas por enfermedad común sin duda se reducirán en un porcentaje que permitiría ahorrar costes a la empresa, al mismo tiempo que incrementaría la productividad. No es ningún secreto que un trabajador sano rinde mucho más, sea el tipo de trabajo que sea.
  3. Descongestión del tráfico. Cuantos más sean los que vayan cambiando a este sano hábito, más se notará en el tráfico rodado. Reduciría la saturación de los transportes públicos y los atascos en general.
  4. Mejora del medioambiente. Es una consecuencia derivada directamente de la anterior, ya que al haber menos tráfico, se producirían menos gases a la atmósfera. Tampoco hemos de olvidar la reducción de la contaminación acústica.
  5. Ahorro para el Estado. Por el mismo punto anterior, unos ciudadanos más saludables que se mueven de forma más limpia y ecológica suponen, no ya sólo un ahorro para el sistema de Seguridad Social, al reducir las bajas por enfermedad, sino un ahorro en la gestión ambiental, ya que se tendrían que invertir menos recursos en "arreglar" los estropicios causados por la polución. También, relativo a esto, supone una inversión a largo plazo como reclamo turístico. Sabemos que, a día de hoy, ya hay ciudades en el mundo (México DF, Pekín...) con graves problemas tan graves de contaminación que muchos turistas las tienen vetadas. Uno de los patrimonios más ricos que tiene España es el turismo, así que protejámoslo conservando las ciudades más saludables.
Pero al plantear esta solución se pueden presentar varias dificultades o problemáticas. A saber:
  1. Financiación. Los beneficios repercuten en ámbitos que abarcan competencias de todas las Administraciones, desde la local a la estatal, por tanto el coste de la subvención podría ser compartido entre todas ellas, aplicando una fórmula de reparto justa y proporcional al beneficio obtenido. Además, se plantea el metodo de financiación como una subvención en parte, ya que la empresa también sale beneficiada, y debería de sufragar parte del coste de instalación de estos vestuarios y duchas. Para el fomento de esta práctica, las administraciones deberían de establecer ayudas, bien fiscales o de cualquier otro tipo, para aquellas empresas que decidan construir dichas instalaciones. Asimismo, al beneficiarse también los trabajadores, se les podría cobrar una pequeña cantidad en concepto de uso de los vestuarios, que sería muchísimo menor que cualquiera de los costes de transporte rodado o mensualidades en el gimnasio. Todas estas medidas serían flexibles y habría que estudiar todos los casos posibles para determinar con exactitud la fórmula más idónea.
  2. Cultura. He aquí uno de los mayores problemas. Si las empresas comienzan a instalar estos vestuarios, ¿quién los utilizará? ¿Realmente se notará? La respuesta es que al principio lo utilizará tan poca gente que no se notará. Algún bicho raro en alguna empresa empezará a hacerlo y mucha gente probablemente critique esta práctica, descalificando o burlándose de este pionero. También criticarán la empresa por hacer esto en vez de arreglar "cosas más urgentes e importantes". Lo calificarán de tontería, quizás de forma de enmascarar beneficios ocultos o blanquear dinero. Pero la persistencia y todos nosotros puede hacer que todo eso cambie poco a poco. Seguramente hubo un momento, no hace muchos años en el que a alguien se le ocurrió montar clases de bailes latinos. También muy probablemente, mucha gente criticaría la idea por lo extravagante y nueva, y muy poquita gente estaría dispuesta a apuntarse. No había una cultura creada sobre ese tema, y los comienzos son siempre difíciles. Pero la idea era buena, y solo faltaba tiempo para "cambiar el chip". Yo creo que esto es lo mismo. Los beneficios al final serán mucho mayores cuanta más gente se apunte al carro.
  3. Requisitos. Para empezar, un número mínimo de trabajadores en la empresa. De nada sirve que pongan una ducha en una tienda donde hay dos dependientes, de más de 50 años que jamás en su vida han hecho deporte. Pero si la empresa fuera de unos 50 informáticos entre los 20 y 40 años, seguro que alguno de entrada se apuntaría. También hay que tener en cuenta que, dependiendo del grado de forma del trabajador en cuestión, solo podrían optar por esta alternativa aquellos que se encontraran en un radio no muy amplio del centro de trabajo. Quizás 5 kms, como máximo, o 10, o incluso 15, para ir en bici, y que las calles permitan este tipo de práctica. Recuerdo ahora esta noticia de que se van a construir ocho carriles-bici que van a cruzar la ciudad en diferentes sentidos. Una buena medida que sin duda favorecería la puesta en marcha de este proyecto.
Se me ocurren algunas cosas más, pero éstas han sido las líneas básicas de las ideas más importantes y tampoco quiero engordar demasiado este blog, porque al fin y al cabo, ¿servirá de algo? Igual lo mando al Ayuntamiento, o a la Consejería de Medio Ambiente... y lo ponen en práctica. Lo haré. Aunque parezca un idealista y un ecologista empedernido. Como era mi hermano. Ojalá me parezca a él.