Translate

Mostrando entradas con la etiqueta pensamientos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pensamientos. Mostrar todas las entradas

martes, 4 de septiembre de 2018

Soy un loco paranóico

Definitivamente, si no me he vuelto loco poco me falta. Se me ha metido en la mollera la estúpida idea de que los superricos se han aliado y han diseñado una estrategia para, en unas pocas generaciones, acabar con el resto de la gente: los pobres, los casi pobres, la clase obrera, la clase media... los que no son superricos, vamos, y quedarse con el planeta para ellos solos. Si no acabar con todos, al menos sí con la mayoría, haciendo que sólo sobrevivan los más fuertes que, en este mundo, significa los que posean más riqueza, en una especie de ejecución de la teoría del Darwinismo social.

Todo vino de una frase que dijo un tal Warren Buffett (que en su casa lo conocerán) que decía algo así como "Hay una lucha de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y vamos ganando."

Un tío que no conoce nadie suelta una estupidez así en un panfleto de idioteces para bobos, y a mí se me ocurre montarme toda una puta película en mi desquiciado cerebro sobre una superconspiración para acabar con la mayor parte de la humanidad porque a estos superricos les jode la idea de compartir el planeta con el resto de la paupérrima población mundial.

Y todo porque esa supuesta frase, como un germen contagioso, ha empezado a crear un par de ideas (por ahora) igualmente absurdas, si no la superan. A saber:

- Que si los superricos son conscientes del cambio climático y que se debe, en líneas generales, a que somos demasiados soltando basura y contaminación al medio ambiente, por lo que aquí sobra bastante gente, por no decir la mayoría.
- Que si, a este ritmo de crecimiento, en pocas décadas llegaremos a los 10.000 millones de personas, y que ese crecimiento es exponencial y virtualmente infinito, pero estamos en un planeta finito con recursos limitados que ya está dando claros síntomas de estar hasta los huevos (u ovarios, que dicen que la Tierra es madre de la vida y se llama Gaia), por lo que se impone una urgente purga poblacional.

Y claro, ya tenemos el móvil de la maldita guerra supersecreta que han montado los superricos para desahacerse de nosotros y, matando dos pájaros de un tiro, incrementar aún más sus beneficios en el proceso. ¿Cómo? Pues si no teníais claro lo loco y paranoide que estoy, ahora no os va a caber ninguna duda. Aquí tenéis la lista de ideas que, en plan obsesivo, han asaltado mi calenturienta mente para "explicar" cómo los superricos están acabando con nosotros en pocas generaciones.

- Industria alimentaria. Un pilar de un sector muy importante de las grandes corporaciones. Están intentando hacer comida cada vez más sabrosa, cada vez más barata y más perjudicial para nuestra salud. El veneno ideal. Sobre todo por lo sabrosa y barata porque picamos el anzuelo como bobos y cada vez comemos más alimentos procesados, que son más baratos y fáciles y rápidos de comer, y que poco a poco nos van minando la salud, provocando problemas cardíacos, de sobrepeso, diabetes o incluso algunos tipos de cánceres. De paso, ellos se forran. Menuda estupidez.

- Mercado laboral. Resulta que la la crisis económica no es algo que nos haya pasado sino que ha sido el gran engaño para convertir empleo digno con el que podías comprarte una casa y formar una familia de varios hijos y mandarlos a la universidad en empleo basura y que, tras casi un siglo, vuelva a haber gente con trabajo que no sale de pobre (pobre de verdad) y no puede comprarse una casa y, ni mucho menos, plantearse traer hijos a este superpoblado y sobreexplotado mundo. Con la excusa de ser cada vez más competitivos, nos obligan poco a poco a echar cada vez más horas cobrando menos (o cobrando lo mismo, mientras los precios suben como putos cohetes), lo que aumenta drásticamente sus beneficios y, por otro lado, nos provoca más estrés y problemas de salud y nos impide disponer de tiempo y dinero para hacer otras cosas, como por ejemplo, hacer deporte y cuidarse, descansar, informarnos y poder contrastar esa información, poder tener un hogar propio o plantearse un proyecto de familia con hijos. De esta manera, haciendo que dispongamos de menos tiempo y, sobre todo, dinero, nos impiden algo muy importante en las siguientes generaciones: reproducirnos, con lo que en poco menos de un siglo conseguirán que la población de pobres haya descendido drásticamente y, en definitiva, la población global. ¿No os parece una idea demencial? Menuda paranoia tengo en lo alto.

- Educación. Esta es la carambola conspiranoica que se me ha colado dentro del cráneo: como los superricos están muy ligados a los políticos y los influencian para que gobiernen y legislen según sus intereses (aunque es algo que no tiene ningún fundamento, el concepto ya existe como plutocracia), los manejan para empobrecer la educación pública, recortando gastos y socavando poco a poco su sistema educativo. "¿Y para qué harían eso, loco imbécil?" os estaréis preguntando. Ojo a las justificaciones y explicaciones que inventa mi mente: para que la gente que no puede costearse una buena educación sea cada vez menos crítica con el sistema y menos consciente de realidades como esta. Que sea incapaz de relacionar la situación económica, política, social, medioambiental y que, apesebrados, se vayan muriendo quejándose poco o, como mucho, quejándose de los otros aún más pobres que ellos que vienen a "robarle" su puto mendrugo de pan. ¿Creéis que aquí terminan mis delirios? Pues no.

- Sanidad. Pues algo parecido a la educación: recortes en la sanidad pública a través de las influencias en el sistema político para empeorar cada vez más la eficacia del sistema sanitario público (al que podemos acceder los pobres) y sean menos capaces de salvarnos la vida o hacer que vivamos más tiempo. Es decir, dinamitar el sistema sanitario público para que nos muramos cuanto antes mejor, porque lo de matarnos directamente podría hacer saltar la liebre (menos en países como Yemen, Siria, Pakistán u otros países en África, ahí le da igual a la opinión pública). No nos olvidemos de la industria farmacéutica a la que no solo le conviene guardar en un cajón bajo llave aquellos medicamentos que curan permanentemente para que duremos menos, sino porque un enfermo curado es un cliente menos, por lo que dan vía libre a los medicamentos que no curan pero van sobrellevando nuestros males hasta que no aguantamos más y nos vamos a echar la gran siesta al patio de los callados.

- Desarollo de la IA. Se están invirtiendo miles de millones de dólares en desarrollar la Inteligencia Artificial y crear sistemas autónomos para hacer absolutamente de todo. Ya hay centros logísticos de Amazon en la que una gran parte del trabajo está prácticamente automatizado y las necesidades de trabajadores humanos son mínimas. En China han avanzado en esa misma línea dejando atrás a Amazon, incluso Noruega ha firmado un acuerdo para usar robots en su servicio postal y no debemos olvidarnos de los coches y camiones autónomos, que mandarán al paro a miles de camioneros y taxistas. Es una tendencia que empieza por combinar humanos y robots dentro de almacenes, fábricas, servicios e incluso la producción agrícola para, poco a poco, ir introduciendo más robots y contratando menos trabajadores humanos. En la revolución industrial ya se vio parte del inicio de este proceso, afianzándose en el siglo XX con la revolución tecnológica. A poco de entrar en la tercera década del s. XXI, la tendencia de robotización del trabajo resulta más que evidente. Y es una tendencia que afecta directamente al empleo (a menos que nos convirtamos todos en técnicos en robótica), más allá de políticas laborales de uno u otro partido. Esto hará que cada vez más gente no tenga un sitio en el que trabajar y ganarse el sustento porque las máquinas lo harán más barato, más rápido y mejor. Otra forma más de hacer que nos muramos nosotros solos, que es más sutil y políticamente correcto que matarnos de una bomba o un tiro en la sien.

- Epidemias. Gripe A, ébola, sida, tuberculosis... A este saco de fantasías e ideas sin fundamento que tengo por cabeza le ha dado por imaginar que muchas de las pandemias de las últimas décadas son ensayos de laboratorio para una futura epidemia global (o varias, que es que somos muchos) que acabe con una gran parte de la humanidad, a ser posible, pobres. Pueden ser enfermedades nuevas pero también otras versiones de las ya controladas. De repente se me viene a la mente algún tipo de pandemia cuya vacuna sea bastante cara, lo que haría de filtro para llevarse por delante a todo aquel que no pueda pagarla.  El caso es ir aligerando el planeta de gente como sea, pero sin dejar rastro. Pero claro, antes de sacar una superepidemia de los laboratorios que ellos manejan, tendrán que acabar con los sistemas sanitarios públicos para que los pobres no podamos hacer frente a ella y sean los superricos los que sobrevivan.

Menuda película me he montado yo sólo. Una estrategia, un supuesto plan maestro con distintas y paralelas líneas de actuación con el propósito de controlar la sobreexplotación del planeta exterminando a gran parte de la humanidad, empezando por los más pobres, y además lucrarse en el proceso. Y todo por la frase de un desgraciado sin credibilidad alguna. Para colmo, el otro día leo este relato corto y fue como gasolina de alto octanaje para mis delirantes fantasías. Un cuento que fantasea sobre una hipotética entrevista entre un gurú de la tecnología, la sociedad y la ciencia con un grupo de estos superricos en el que le plantean sus dudas acerca de cómo actuar y protegerse ante la inminencia de "El evento". La forma de llamar al momento en el que mundo se va a la mierda tiene traca. Parece un rollo película de Hollywood. A mi cabeza no le hicieron falta demasiados datos ni mucho menos contrastados para tragarse aquella bola de combustible paranoide y avivar aún más el incendio de mis lucubraciones conspiranoicas.

Y, en mis fantasías ¿los superricos actúan solos sin coordinación entre ellos o han formado una superalianza para dirigir todo este plan maestro hacia la victoria final? Pues un paranoico enfermo como yo ve gigantes donde hay molinos o donde ni siquiera hay nada. En cualquier noticia... qué coño noticia, un simple tweet y ya sigo con mi particular serie de ciencia ficción en la que los superricos se confabulan entre sí desde los consejos de administración de las grandes corporaciones y conspiran contra nosotros.

Así que sí, estoy loco. Pero eso no quiere decir que no tenga razón.

viernes, 12 de mayo de 2017

Carta a nuestros mayores

A vosotros, nuestros mayores, todo mi agradecimiento. Nos habéis criado, educado, habéis trabajado muy duro durante toda la vida para que no nos faltara de nada, nos habéis acompañado y guiado en el camino desde la niñez a la madurez, a algunos afortunados incluso más allá. Nunca os lo podremos compensar lo suficiente.

Vuestra experiencia os ha otorgado la sabiduría de las cosas más cercanas de la vida: la familia, la amistad, la salud, el trabajo... el paso de los años os ha convertido en maestros de todo lo que compone nuestra vida cotidiana y los niños, los jóvenes y los no tan jóvenes tenemos mucho que seguir aprendiendo de vosotros. Sois uno de los mejores valores de nuestra sociedad y todos os debemos estar eternamente agradecidos.

Durante vuestra vida habéis visto muchas cosas, lo que os proporciona un punto de vista sólido y es lo que os ha ayudado a formar vuestra opinión sobre las cosas, tanto las más cercanas como las que nos afectan a todos.

Pero me vais a permitir que, con todo el cariño y el respeto del mundo, os diga que no lo sabéis todo. Muchos de vosotros os habéis sacrificado trabajando desde muy jóvenes para sacar vuestra familia adelante, lo que os honra infinitamente porque habéis pagado el precio de renunciar a una formación educativa esencial para entender cómo está organizada la sociedad y cómo hemos llegado hasta aquí. Y el pasado 20 de diciembre la sociedad a la que tanto habéis ayudado ha sido condenada a ahondar en el abismo otros cuatro años más.

Entiendo vuestro punto de vista. Siempre habéis votado al PP... o al PSOE, y ya no tenéis edad de cambiar a estas alturas. Pero el daño que le hacéis a España volviendo a votar a estos corruptos tendrá consecuencias nefastas durante muchas décadas, quizás siglos si tenemos en cuenta las políticas medioambientales de estos dos partidos.

El voto es un derecho de toda persona, pero ejercer ese derecho de manera responsable también es un deber. Nos habéis enseñado a valorar todas las circunstancias antes de tomar una decisión, a informarnos bien, a ser desconfiados de lo que nos dice uno y otro, a comparar, a contrastar... ¿por qué no lo hacéis vosotros cuando votáis? ¿por qué aceptáis como verdades absolutas lo que cuentan las televisiones, bien en manos del Gobierno o bien en manos de grupos mediáticos con oscuros intereses financieros?

Seguramente muchos confundáis vuestra sabiduría en las cosas cercanas con saber qué sucede en el mundo, pero ¿cuántos de vosotros sabríais decir en cuánto ha aumentado la deuda pública española en estos 4 años y cuánto debemos ahora? ¿cuántos de vosotros habéis visto cuál ha sido la evolución de la hucha de las pensiones en estos últimos años? ¿cuántos sabéis cómo se reparten los escaños en el Congreso o cómo se reparten las competencias las distintas administraciones? ¿cuántos de vosotros habéis leído esa Constitución que un día aprobasteis? ¿qué opinión os merece el TTIP, las políticas neoliberales, el aumento de la desigualdad, la dación en pago o la auditoría de las eléctricas? ¿cuántos de vosotros realizáis el seguimiento de lo que apoyan o rechazan en el Congreso los partidos a los que votáis? ¿cuántos lo entendéis? Es triste y revelador comprobar cómo el porcentaje de votos al PP y al PSOE crece a medida que sube la edad y baja el nivel formativo. ¿Qué conclusión sacáis al respecto? 

Se puede llegar a entender que hayáis estado haciendo lo mismo toda la vida y que, en cierta manera y a algunos más que otros, así os haya ido bien. Que mejor es un "virgencita, que me quede como estoy" que probar, a estas alturas de la vida, a votar a otros porque "total, si todos son iguales". Se entiende perfectamente que penséis "Al menos con éstos me llega la pensión, quién sabe con los otros". Pero lo que resulta evidente es que las cosas no dejan empeorar y, a este paso, es muy probable que la mayoría vea reducirse su pensión de aquí a pocos años ( ¿Realmente queremos seguir estando cuesta abajo? Y así hasta cuando, ¿hasta que os toque a vosotros recortaros las barbas? ¿o a alguno de vuestros hijos o nietos? Realmente es muy triste pensar que es preferible vivir en la ignorancia, con la esperanza de morirnos antes que nos llegue la miseria que han provocado los recortes, la corrupción y la pésima gestión de nuestros gobernantes a los que, en especial, vosotros habéis apoyado porque sin vosotros, no estarían donde están... ni habrían hecho lo que han hecho.

Por eso ya va siendo hora de dejar de echarle la culpa a los políticos de nuestros males, porque la responsabilidad de lo que hacen los que gobiernan recae en aquellos que les votan, y en especial, los que lo hacen repetidamente porque ya se sienten demasiado mayores para cambiar.

lunes, 8 de febrero de 2016

Democracia, pese a todo

Título muermo donde los haya. Seguro que habrá espantao a más de uno pensando que me dispongo a largar otro tocho infumable sobre derechos sociales, democracia, política, etc. Una sesuda reflexión, con numerosas referencias literarias y periodísticas, que desgrane la ineludible necesidad de evolucionar en nuestro sistema democrático y bla bla bla. Pero no voy a hablar de eso. No.

El próximo domingo este blog cumple diez años. Llevo con el dominio puesto en venta desde antes que comenzara la crisis, y todavía no he recibido una puta oferta. Cada año, religiosamente, pago la cuota de renovación y de vez en cuando publico algo que ni mis conocidos leen, salvo la opinión sobre Costco, que en mala hora se me ocurrió meterme en aquel berengenal porque he recibido todo tipo de insultos y descalificaciones vía comentarios (muchos de ellos directamente a la papelera).

¿Y qué he sacado yo de esto en diez años? Pues sencillamente nada, y ya va siendo hora de que esto cambie, así que aprovechando que no me lee nadie, voy a escribir sobre las mierdas entre las que me debato interiormente, y que ya, si todavía continúas leyendo, te puedes saltar porque de seguro que te aburrirán tremendamente. Pero oye, algún beneficio tendré que sacarle a esto, aunque sea psicoterapéutico, o para aclararme las dudas y dilemas que tengo, que no es moco de pavo.

Y uno de esos dilemas es el siguiente... Por un lado, soy muy demócrata y democracia ante todo y patatín patatán. Democracia directa, democracia participativa, que el pueblo elija, que el pueblo decida en tiempo real sobre su futuro, que participe en la elaboración y aprobación de nuestras normas, y un partido que avance en el camino de desarrollar todo tipo de procedimientos para dar cada vez más margen de participación al pueblo, especialmente aprovechando el desarrollo de las comunicaciones y las nuevas tecnologías, cosa que nunca antes había existido. Nos encontramos en un momento histórico para hacer un tipo de política nunca vista hasta ahora, más allá de las derechas y las izquierdas, para empezar a construirla, poco a poco, e ir ampliando parcelas para esa verdadera democracia en la que todos podamos tener voz y voto sobre las cuestiones que nos afectan a todos como sociedad.

Y por otro lado... Pienso en los resultados electorales y lo primero que se me viene a la cabeza es que la mayoría de la gente en este país es idiota. Y teniendo en cuenta estas dos cuestiones, la pregunta es clara ¿por qué queremos más democracia cuando la mayoría de los ciudadanos ha demostrado que no está preparada para poder decidir sobre su futuro?

Esta pregunta pone de manifiesto una evidente contradicción sobre la que apenas he querido pasar, en mis pensamientos, porque me suponía un problema que no podía resolver. Compatibilizar mi tendencia a una sociedad más democrática, más independiente de partidos de uno u otro signo, más independiente de los grupos de poder económico y, presumiblemente, más justa y ecuánime.

Luego, pensando sobre mi conclusión sobre el nivel de inteligencia de la mayoría ciudadana, y volviendo a sopesar, en un ejercicio de empatía, los factores que a esa mayoría le puede llevar a votar a partidos corruptos que se están cargando España, se me ocurre que quizás ese bajo nivel de comprensión no sea la única de las causas, sino que quizás el miedo a los cambios, la irresponsabilidad, el egoísmo, incluso el qué dirán, pueden ser otros de los ingredientes que, en mayor o menor medida, se mezclen para cocinar este amargo pastel que supone el triunfo de los partidos de "toda la vida".

Y trato de imaginar fórmulas, aunque apunten a utopías cuajadas de tecnología y responsabilidad ciudadana y aunque se distancien de nosotros en varias generaciones, hasta que me doy cuenta de que la principal diferencia que marca la frontera entre las políticas posibles actualmente y las pretéritas constituye, a la vez, un excelente filtro para quitar la morralla intelectual, y toda la caterba de dinosaurios analfabetos que lastran el progreso de nuestro país en este recién estrenado tercer milenio.

Las nuevas tecnologías se han convertido en incomprensibles para una gran mayoría de ciudadanos que, bien por su edad, o bien por su escasa capacidad de adaptación intelectual a las nuevas circunstancias, no es capaz de utilizarlas en el ejercicio de sus derechos de voto. Pues la cosa es bien simple (y compleja a la vez, pero apasionante). Implantemos mecanismos de ejercicio de la voluntad democrática utilizando estas nuevas tecnologías, que constituirán una excelente barrera que nos librará de la influencia que personas que no se enteran la misa la media pueden tener en el conjunto de la sociedad.

De manera progresiva se pueden establecer procedimientos para que, cada vez en más materias, los ciudadanos puedan votar a favor o en contra utilizando los mecanismos de autentificación telemática que ya existen. Se pueden establecer incluso mecanismos de filtrado para que aquel que quiera votar, por ejemplo, la aprobación de una ley, no solo necesite saber utilizar el navegador con su correspondiente certificado digital o DNI electrónico, sino que tenga que responder a un test básico de cuestiones sobre la ley sobre la que quiere votar. Sí. No es un sistema perfecto, pero es mucho mejor que lo que tenemos ahora, y sobre todo más democrático. Y no me imagino yo a la mayoría de los jubilados utilizando este sistema y, por tanto, influenciando con su irresponsable voto el destino de este país.

Por supuesto, cualquier sistema de participación ciudadana directa se puede combinar perfectamente con la democracia representativa, utilizando fórmulas como por ejemplo la de Democracia 4.0, propuesta por el diputado andaluz Juan I. Moreno Yagüe, y como cabe esperar, este avance en la ampliación progresiva de las materias en las que la ciudadanía pueda participar de forma directa ha de tomarse como un largo camino, que quizás se prolongue durante décadas, pero es ése el camino, y no otro, el que nos hará independizarnos definitivamente de la partitocracia reinante en este país y, sobre todo, de la enorme irresponsabilidad que supone el ejercicio del derecho a voto por parte de ciudadanos con antojeras que les impiden ver la corrupción y la realidad social y económica de este país.

martes, 12 de enero de 2016

Carta abierta a los grandes empresarios españoles

Muy señores míos.

La desgracia ha azotado cruel e incansablemente nuestro país (vaya forma de empezar una carta) fundamentalmente a través del paro. El paro. Ese horrible mal que condena a millones de españoles a la necesidad, cuando no a la pobreza, y que lastra el desarrollo de nuestro país, relegándolo a un mero comparsa de los poderes extranjeros (sean europeos, americanos, chinos o vayan ustedes a saber).

Muchos políticos, economistas, periodistas y analistas de toda índole debaten, a veces acaloradamente, sobre cuál puede ser la solución a un problema de tal magnitud. Algunos, como poseídos por don Perogrullo, repiten incansablemente el mismo mantra: "Hay que crear empleo, hay que crear empleo...". Tóquense los cojones ¡pues claro que hay que crearlo! Pero ¿cómo? Y ésta es la cuestión que quiero abordar en este llamamiento a una profunda reflexión.

Ustedes, como grandres empresarios, constituyen pilares fundamentales de la base económica, laboral e incluso social de este país. Con su esfuerzo por mejorar la competitividad, aúpan el PIB para que en las cifras macroeconómicas nuestro país tire hacia arriba, y la imagen de España en el extranjero sea, al menos, un poquito menos mala. Y es a ustedes a los que me dirijo para pedirles un esfuerzo más, porque ustedes tienen el poder suficiente para volver a hacer de España un sentimiento que lucir con orgullo en todo el mundo, incluso en el terreno de la economía.

En su afán por mejorar la competitividad, han llevado a cabo estrategias de deslocalización de la producción, esto es, han cerrado fábricas situadas en nuestro territorio, debido a que la mejora de los transportes y las comunicaciones, unido a la industrialización de otros países en vías de desarrollo, les han permitido fabricar o producir los bienes en esos países a un coste menor que si los produjeran en España. Quien dice producir, dice comprar.

Cuando ustedes fabrican o compran los productos a países donde su coste es más barato que en España, aumentan la productividad reduciendo costes, lo que repercute en un mayor beneficio económico para ustedes y una mayor solidez para sus empresas.

Este fenómeno, aumentado progresivamente durante las últimas décadas, ha disminuido considerablemente la actividad laboral en nuestro país, y ello, unido al pinchazo que sufrió el mercado de la construcción, ha traído a España el aterrador fantasma del paro, y todas las desastrosas consecuencias que se derivan de él.

Una de estas consecuencias es la bajada en el consumo. Esos millones de trabajadores que se han quedado sin empleo ven reducidos drásticamente sus ingresos, por lo que su capacidad de consumo disminuye y nos lleva a entrar en un círculo tan vicioso como peligroso: Menos consumo -> Menos facturación de las empresas -> Menos necesidad de personal -> Más paro -> Menos consumo.

No tengo que explicarles a ustedes lo difícil que resulta salir de un círculo así, y el gobierno y los políticos, entre corruptelas, impuestos y numerosos despilfarros, no contribuyen mucho a sacar a España de este pozo en el que cada vez nos hundimos más.

La clase trabajadora, los pequeños y medianos empresarios, los autónomos, los pensionistas... Aunque constituyen la gran mayoría de la sociedad española no son los que gestionan y organizan los pilares sobre los que se sustenta nuestra economía. Son ustedes.

Con sus decisiones y estrategias empresariales, pueden llegar a cambiar por completo este país y convertirlo en un referente mundial en creación de empleo, auténtica recuperación económica y, por qué no decirlo, responsabilidad nacional y verdadero patriotismo. Precisamente ese patriotismo que tiene que ver con la cartera.

No les pido que regalen su dinero a España, les invito a que inviertan en España. Les convoco a que vuelvan a traer sus fábricas a España, a que vuelvan a comprar a otras empresas españolas, a que dejen de importar, aunque les salga más barato y rentable, para desarrollar una estrategia basada en el consumo nacional, la producción interna y la exportación. Transformen España, aunque sus beneficios a corto plazo bajen. Ese es el patriotismo que les desafío a demostrar. Uno no demuestra su patriotismo luciendo una pulserita con la bandera, o poniendo una pegatina en el coche, o despotricando contra la independencia catalana. El verdadero patriotismo se demuestra con las cosas que cuestan. Muchos españoles han dado su su vida por su país, otros muchos la ponen a su servicio día a día. ¿Serán ustedes capaces de poner su capital al servicio de España?

Posiblemente opinen que el empleo que ya crean y los impuestos que ya pagan son muestras más que suficientes de patriotismo, pero la realidad económica que nos rodea hace innegable que esas contribuciones no son suficientes y que es necesario un esfuerzo aún mayor, un cambio de timón aunque sea para navegar a barlovento. Ahí es donde se forjan los buenos capitanes, así es como nacen los héroes.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Hoy

Hoy es el mañana por el que te preocupabas ayer. Disfruta.


miércoles, 5 de octubre de 2011

... ni llores por mí.

Leyendo esta mañana el artículo de opinión de Elvira Lindo, que toma prestado por título el de la canción "No me quieras tanto", de la venerada/criticada Isabel Pantoja, me he llegado a sentir identificado con el tipo de personajes a los que apunta en su mordaz crítica a las costumbres que las nuevas tecnologías de comunicación móvil comienzan a traer a nuestra vida cotidiana. Os recomiendo encarecidamente su lectura.


En el texto, Elvira protesta con sutileza e ironía por las limitaciones que estas nuevas costumbres tecnológicas traen a la comunicación de siempre, la del cara a cara, en el mundo real, "in person", coño... como toda la vida. Y en parte no le falta razón. Uno de los efectos del futuro, que ya está llegando más rápido a nuestras vidas de lo que muchos pueden asimilar, es que las formas de comunicarnos en nuestra vida social se reparten mucho más que antes al haber tantas nuevas posibilidades, y claro, la comunicación tradicional pierde terreno frente al envite que estas nuevas posibilidades de comunicación ofrecen. No sé si esto es bueno o es malo pero lo que sí sé es que es es una realidad.


Al leer el artículo de Elvira, se me vino a la mente la limitación que también ha sufrido la comunicación en el hogar, en el seno de la familia cuando, por ejemplo, los hijos (y algún que otro padre) se dedican más a jugar a la consola que a charlar de cómo ha ido el día, así que... ¡qué coño! ¡a la mierda las consolas! Son tan perjudiciales como los móviles, y no me vale la excusa de que también pueden usarse para jugar online y conocer a gente de otros países. ¿Y la comunicación de toda la vida? ¿La del aquí y ahora?


Luego están los ordenadores, esos engendros electrónicos que absorben nuestro tiempo y nos encapsulan en una realidad paralela, ajena a todo lo que ocurre fuera del monitor de 19". Tan perniciosos como las consolas para la comunicación familiar o conyugal, e incluso mucho más, ya que sus efectos a menudo se extienden a personas de todas las edades. ¡Peligrosísimo! ¡Fuera ordenadores entonces!


¿Y qué hay de esa horrible máquina que lleva creando zombies domésticos desde hace ya varias decadas? Me refiero a la televisión. Si confeccionáramos una estadística sobre ello, ¿cuál creéis que sería el aparato que más daño le ha hecho a la comunicación entre las personas? Yo sin duda apostaría por la caja tonta. Son varias generaciones de familias ya las que, presas de tan infernal lavadora de cerebros, han sucumbido a sus hechizos, siendo las palabras que salían por su altavoz las únicas que rompían el silencio del hogar, ya fuera de día o de noche. ¿Qué ha sido de las largas charlas a la luz de la chimenea? ¿Y de aquellas que durante miles de años tuvieron lugar al calor del hogar, en su más arcaica acepción? Si es que se está perdiendo lo auténtico.


Y con la radio, antes que con la televisión, pasó lo mismo. "Niño, cállate, que van a echar el parte." me dijo más de una vez mi abuelo. Pero abuelo... ¿y la comunicación? ¿la de toda la vida? ¿la comunicación abuelo-nieto? Maldito engendro esa radio. La madre que parió a Marconi.... ¡ah, no! que fue Tesla.

Y llegamos a los grandes reyes del aislamiento social, los grandes enemigos de la comunicación interactiva, en tiempo real, en el aquí y ahora: ¡los libros! Si la televisión ha sido la reina indiscutible de las últimas décadas, los libros ganan por goleada, por los siglos que le llevan de ventaja, y más aún si a ellos les sumamos sus hermanos pequeños, los periódicos y las revistas. Hoy en día continúan haciendo estragos, en cualquier cafetería, donde onanistas sociales se enclaustran en la lectura, prestos a molestarse ante cualquier interrupción o intento de comunicación de otro ser humano. ¿Y esas bibliotecas? ¿Qué se puede decir de esos templos del aislamiento donde además está expresamente prohibida la comunicación y si le quieres decir cualquier cosa a alguien tienes que hacerlo como si fueras un espía, susurrando y mirando de reojo?


Todo esto también me recuerda al eterno debate sobre lo que es necesario y lo que no, cuando alguien pregunta, con tono crítico, que para qué hace falta internet en el móvil, o tener GPS. Y en el fondo, tiene razón. Falta no hacen. Pero me gustaría darme una vuelta por la casa del tecnófobo de turno para ver si todo lo que tiene es necesario o si lo que realmente ocurre es que pretenden disfrazar de menosprecio su incapacidad para asimilar y utilizar las nuevas herramientas tecnológicas que van apareciendo.



miércoles, 12 de noviembre de 2008

¿Hay pollo frito?

"¿Hay pollo frito?" Preguntaba a voces mientras entraba por la puerta, antes incluso de darle el beso a mi abuela. Ya despuntaba yo tendencias y maneras en mi más tierna infancia y efervescente adolescencia. Era mi saludo cuando llegaba a casa de mis abuelos, hecho que se producía casi a diario. El recuerdo ha saltado en mí al haber leído algo sobre una magdalena, de la que hablaba Marcel Proust, mojada en tila, como resorte que activa recuerdos y, como fichas de dominó, sensaciones y sentimientos de tiempos de juegos en pantalones cortos. Seguro que todos, en parte, nos sentimos identificados con esa magdalena, aunque cada uno tendrá su propia versión (lo siento auroroska, pero yo también me voy a poner un poco pesadete). En mi caso más bien eran galletas maría con café de lata de esos que dejaban una buena capa de posos en el fondo del vaso. Recuerdo aquellas meriendas oyendo los gritos de los niños jugando en la calle, y devorando con impaciencia el frugal tentempié para salir lo antes posible a jugar y a correr detrás de las niñas con un palo para levantarles la falda (perdóname, Luisita).

El pollo frito de mi abuela siempre me gustó, y no me importó mezclarlo en mi todopoderoso estómago (por entonces lo era), con lo que fuera, galletas y café incluidas. Siempre era motivo de celebración saber que mi abuela había frito pollo. Y no tenía nada especial, pero jamás he vuelto a probar un pollo frito como aquel. Y los he probado buenos. Pero aquel, no.

Con el tiempo, descubrí que me gustaban los bocatas de morcilla. Me volví un poco masoquista porque cada vez que me decían "que te den morcilla", no solo no pensaba en nada malo sino que se me hacía la boca agua imaginándome mientras devoraba el bocata que me hacía mi abuelo, y al que, ya con 13 añitos, solía acompañar con algún que otro botellín, de esos que, en vez de etiqueta, tenían a mi inseparable amigo Gambrinus serigrafiado.

Todavía no sé si, en parte por quienes me proporcionaban aquellos sencillos manjares, o por las experiencias que en mi mente se asocian, soterradamente, a aquellos sabores… Lo cierto es que echo mucho de menos aquellas sencillas delicatessen. Porque sí. Hoy te vas a la plaza, compras 1 kg. de morcilla de Burgos, una buena barra de pan, y te haces tú mismo el bocata, y te pones tu botellín, justo antes del punto de congelación, y dios… qué bueno está! …. Pero no es lo mismo. Ni tampoco el pollo frito que te ponen en ciertos bares, que está delicioso… pero no es el mismo.

Y es que ese pollo, esa morcilla, ese café… se acabaron y ya no volverán más. Quizás alguna vez, si es que el universo tras terminar de expandirse, vuelva a contraerse para volver de nuevo explotar y expandirse dando lugar a un nuevo ciclo, pero con los mismos acontecimientos y en el mismo orden que en éste. Quizás entonces vuelvan esos momentos y sabores… Pero con la memoria que tengo, que no me acuerdo ni de lo que comí ayer, ¿cómo me acordaré de que los echaba de menos en el anterior ciclo de expansión del Universo?

El caso es que se me ocurre hacer una regla de tres, en la forma siguiente. Mi pasado es a mi presente lo que mi presente a mi futuro. Haciendo un ejercicio de imaginación sobre mi futuro, es muy probable que tenga nostalgia del pasado, que ahora resulta ser el presente, lo que hace que me entren más ganas de vivir este presente que ahora me toca, de disfrutar de los sabores de estos días que pasan, a veces, tan inadvertidos, por pura pereza o inercia. Sabores que un día se irán y nunca más volverán, o al menos hasta el próximo ciclo de expansión universal. En resumen, carpe diem (y si es con pollo frito, mejor).

lunes, 29 de septiembre de 2008

Corazones

Debe ser que ando faltito de cariño porque últimamente veo corazones por todos lados...