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martes, 23 de agosto de 2016

La cosa no tiene arreglo

Te levantas un día y te das cuenta de que la cosa no tiene arreglo. El sentimiento hay ido calando, poco a poco, entremetiéndose en tus pensamientos, torpe, lenta pero inexorablemente, porque los virajes de rumbo siempre son costosos y pesados, y más cuando uno ya empieza a pintar alguna cana entre los cuatro pelos que le van quedando y viene de posturas ideológicas asumidas como fortalezas inexpugnables. Pero la realidad golpea duramente las conciencias, y que uno sea fiel a sí mismo no implica que tenga que serle infiel a la realidad que percibe a través de sus sentidos y a la que medita, con calma y los menos prejuicios posibles, en sus elucubraciones sobre lo político, lo humano, lo económico...

Y es el goteo de esas noticias, que a veces saltan a primera plana y otras veces hay que escarbar para encontrar, el que espolea nuestras mentes en ese camino de continua reflexión. Una reflexión que nos enseña la necesaria humildad para reconocer que lo que uno daba por seguro al 100% ayer, hoy no apostamos siquiera por un 60%. Que lo que creíamos que era un avance, un camino para salir del atolladero éste en el que andamos metidos, no es más que otro callejón sin salida al que nos invitaron a entrar, pero que pinta muy muy mal.

Enviaba yo el otro día a Meneame una noticia sobre el despiece del sistema público griego. El gobierno de Alexis Tsipras privatizaba el puerto del Pireo y el sistema público de ferrocarriles. Esto último (los trenes) por 45 millones de euros. En 2013 su propio ministro de economía señalaba la valoración del anterior gobierno conservador en 300 millones de euros una cifra "provocativamente baja". Lo que cambia el panorama, amigos.

Hoy Syriza, en el gobierno griego, se ha convertido en el brazo ejecutor de la Troika. Todo aquello cuanto prometían, no tengo dudas de que con la mejor intención, se ha visto desvanecido, traicionado, mediante la batería de medidas, reformas y recortes que la Troika les ha impuesto bajo amenaza de echarles el cerrojo a los cajeros automáticos, las fronteras y los mercados. "O haces todo lo que yo te digo o dejo de financiarte", por lo que Tsipras se ha visto en la amarga tesitura entre escoger una muerte lenta o una muerte rápida para su país. Y ha optado por la lenta.

El caso de Grecia es el ejemplo más clarificador para entender cómo han montado el chiringuito estos de arriba, es decir, los poderosos. Y para no movernos en términos ambiguos, con "los poderosos" me refiero a los políticos, presidentes de bancos, de fondos financieros, consultoras de prestigio, etc. etc. En resumidas cuentas, los que tienen la pasta gorda y aquellos que les apoyan desde las administraciones.

Llegado este punto, confieso que resulta un poco lioso exponer de manera breve y simple las principales partes del tinglado este y de por qué no tiene arreglo, pero intentaré organizarme para explicarlo de la manera más fácil posible.

El ejemplo de Grecia me ha servido para darme cuenta de lo bien que lo tienen montado estos cabrones. La cosa funciona así.

Ellos controlan los medios de información con más alcance, bien de manera directa (siendo propietarios) o bien de manera indirecta, en el sentido de que pueden financiar o contratar publicidad a estos medios para ejercer su influencia en la línea editorial, y así convertir a esos medios de información, directamente, en medios en desinformación, lanzando la propaganda que más beneficie a sus intereses. Es decir, la televisión, la radio y los principales periódicos de tirada nacional están todos controlados y dirigidos a mantener a la población entretenida con sandeces y desinformada con mentiras y ocultaciones intencionadas para mantener las cosas como están y que no se rebelen ante la maquiavélica estrategia de estas élites de poder.

Debido al efecto apaciguador de masas que ejercen los grandes medios de difusión, la mayoría de la gente no sólo no protesta ante políticas que favorecen recortes del gasto social, privatizaciones, aumento de la deuda, recortes de derechos laborales, etc., sino que directamente los defiende, alcanzando su máximo exponente en concentrar los ataques ante otras alternativas políticas que puedan suponer una amenaza para las prácticas que llevan a cabo ese conglomerado de políticos y ricos que llamamos "los poderosos".

El efecto que se pretende alcanzar con dicha estrategia es el aumento de la brecha entre los pobres y los ricos, eliminando poco a poco la clase media, y haciendo que los ricos (esos que tienen 50 millones de dólares o más) sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, y éstos a su vez, en su mayoría, sean inconscientes de lo que sucede, e incluso muchos de ellos se conviertan en acérrimos defensores del "Sistema". Viendo cómo avanza este proceso, no resulta difícil imaginar que el objetivo final es una sociedad de ciudadanos que sobreviven como pueden en condiciones de semiesclavitud controlada por una élite minoritaria y superrica. El neoliberalismo alcanzará su culmen cuando los individuos sean tan "libres" como para poder vender legalmente cualquiera de sus derechos.

Para asegurar que ningún país se salga del redil neoliberal, y con la excusa de que hay que financiar los servicios públicos, han llevado (y continúan en ello) el tema de la deuda pública hasta un nivel que se puede calificar, sin ningún tipo de paliativo, como de impagable en muchos países, España entre ellos. Así, mientras haya gobiernos que sean de la cuerda de los poderosos, la línea de crédito se mantiene y la deuda pública crece. La gente no echa cuenta de eso y sigue votando a los mismos. ¿Qué pasa cuando un país entero se da cuenta de esta estafa y quiere arreglar su situación votando a un partido que quiera arreglar las cosas luchando por el pueblo en contra de los intereses de los superricos? Que éstos usan su poder e influencias para presionar al nuevo gobierno exigiendo el pago de la deuda por encima de cualquier otra cosa, y amenazando con suspender la línea de crédito para obligar a cualquier gobierno a ejecutar sus planes de recorte del gasto público en aquellas partidas que a ellos les interesan: privatizaciones, bajada de salarios y pensiones, recortes en sanidad y educación, flexibilización de las condiciones de despido, aumento de la edad de jubilación, etc. Con estas medidas, estos poderosos no hacen otra cosa que engordar sus ya abultadas cuentas, ahondando en la ya profunda brecha entre ricos y pobres.

Que la deuda tenía que crecer para tener al pueblo esclavizado y controlado resultaba perfectamente compatible con el despilfarro de dinero público en temas como el rescate bancario, las obras civiles y los servicios públicos con sobrecostes y mordidas, el excesivo número de políticos con sueldos descontrolados, la corrupción generalizada, etc. El montaje de este tinglado, o mejor dicho, estafa, ha premiado la mala gestión del dinero público porque cuanto más se gastara más engordaba la deuda, y más fuertes serían las cadenas con las que bancos y fondos financieros tendrían apresados a los países, por si llegaba el tan temido momento por los poderosos en que un gobierno del pueblo y para el pueblo entrara en acción.

Y lo que es más. Los superricos (sus conglomerados empresariales, fondos financieros, bancos, etc.) usan toda su influencia para manipular la información desinformando al pueblo ya que controlan los medios de información tradicionales: prensa, radio, televisión, etc. De esta manera, pueden fabricar la información que les llega a los ciudadanos y así hacer que piensen lo que a ellos les interesa, convirtiendo a una gran parte de la población en zombis sin espíritu crítico que defenderán a muerte los ideales de esta élite de superricos o, como mínimo, atacarán con una descontrolada visceralidad a todo aquel que represente una amenaza para sus intereses.

Es lo que vemos que ha pasado en Grecia, y lo que seguramente pasaría en el improbable caso de que España fuera gobernada por un partido como Podemos o cualquier otro que pueda surgir en el futuro.

De esta manera, y como ya ha pasado en Grecia, la ruina llamada deuda pública que se ha ido gestando durante décadas eclosiona en una tempestad de corralitos bancarios y amenazas resumidas en un "os cerramos el grifo y os morís de hambre" que baja del burro a cualquier idealista que haya puesto su ilusión en un modelo de cambio, a la vez que arenga a aquellos prosistema a proclamar a los cuatro vientos que la culpa de todo es del partido político que recién ha llegado al gobierno. El símil que creo que mejor se adapta es el de uno (gobierno neoliberal) que tiene un globo (deuda) y lo va inflando, hasta que se lo quita otro (gobierno para el pueblo). Entonces el que se queda sin globo lo pincha con un alfiler (bancos acreedores de deuda pública) mientras le dice a todos "¿veis? ¡éste tiene la culpa de que el globo haya pinchado porque lo tenía él en su poder!". Lo más preocupante es que aunque no haya quien pueda arrebatarle el globo al primero y no haya alfiler, la capacidad de dilatación del globo es limitada, y llegará un momento en el que... ¡PLOP!

Bajo mi punto de vista, los ciudadanos que con su voto han apoyado a estos gobiernos que han ido esquilmando las arcas públicas y haciéndonos cada vez más dependientes de fondos e intereses privados son los verdaderos responsables de lo que sucede y lo que se nos viene encima. Lo injusto de este mundo es que la factura la están pagando tanto los justos como los pecadores.

Algunos tienen la firme convicción de que la unión de varios países con gobiernos de cambio permitirá a los pueblos echarles un pulso en igualdad de condiciones a los poderosos, invertir su estrategia, democratizar las instituciones, promover políticas que favorezcan una mayor redistribución de la riqueza y poner en marcha mecanismos pare revitalizar la economía productiva e implantar la justicia social. 

Yo apuesto por que ni aun así.

viernes, 1 de julio de 2016

Skype pone fin al soporte para TV

Esta mañana usuarios de Skype de todo el mundo han recibido un correo electrónico informando del cese de soporte para Skype en televisores, avisando al mismo tiempo de una limitación de las funciones en las aplicaciones actualmente instaladas, por lo que es presumible que en breve los usuarios de Skype en televisores empiecen a tener problemas de conexión o uso general. El correo por Skype dice así:

Noticias importantes
Hemos observado que ha usado Skype en su TV. Este es un correo de servicio importante sobre su aplicación Skype para TV.
Siempre nos hemos esforzado por ofrecer una excepcional experiencia de llamadas desde su TV, pero con el transcurso de los años, hemos observado que el modo en el que la gente accede a Skype en el salón ha cambiado y que ahora muchos usan sus dispositivos móviles o tabletas.
A fin de garantizar que ofrecemos la mejor experiencia en las plataformas que la mayoría de la gente está usando, vamos a dejar de ofrecer soporte para Skype para TV —es decir, la aplicación de TV dejará de recibir actualizaciones y se ejecutará con una funcionalidad limitada— antes de quitarla de los dispositivos en el futuro.
Estas son las funcionalidades que se ven afectadas actualmente:
No podrá iniciar sesión con una cuenta Microsoft.
Ya no podrá cambiar la contraseña en la televisión.
No podrá responder a llamadas grupales entrantes.
Sentimos las molestias que esto le pueda causar. Si quiere seguir disfrutando de todas las funciones de Skype, puede descargarse Skype gratis en su portátil, tableta o móvil.
Nos volveremos a poner en contacto con usted antes de que se quite la aplicación de su TV. Para consultar última información, consulte nuestra página de preguntas más frecuentes.

Tristes noticias para los usuarios de Skype que ya han empezado a manifestar su descontento a través de Twitter.


martes, 9 de febrero de 2016

Truco para mejorar tus fotos en Android e IOS con Snapseed

Hoy os traigo un sencillo truco para editar vuestras fotos en el móvil o tablet, válido tanto para Android como para IOS, puesto que la aplicación que vamos a utilizar está disponible en ambas plataformas. Me refiero a Snapseed, que podéis instalar gratuitamente tanto de la Play Store (Android) como de la App Store (IOS). El procedimiento resumido es aplicar el filtro HDR que trae Snapseed y bajarle un poco el brillo. 

Para los que estén un poco verdes en el uso de este tipo de aplicaciones, paso a paso es así:

- Abrimos Snapseed


- Pulsamos en el icono con forma de móvil "Abrir foto"


- Seleccionamos la foto que queramos editar. (Nota mental para novatísimos tecnológicos: primero hemos tenido que hacer la foto de manera normal). Por defecto aparecerán las imágenes más recientes, podéis navegar por las imagenes de la galería, debéis pulsar en las líneas horizontales paralelas de la esquina superior izquierda, para desplegar el menú, y seleccionar Galería. También podéis seleccionar Imágenes o Descargas o el lugar donde se encuentre la foto que queréis editar.



- Buscamos la foto que queremos editar y pulsamos sobre ella. Se abrirá la pantalla de edición.


- Pulsamos en el círculo con un lápiz dentro que hay en la esquina inferior derecha.


- Desplazamos la pantalla hacia arriba hasta encontrar, en el apartado Filtros, el icono etiquetado como "Paisaje HDR". Al pulsar sobre él, vemos que nuestra imagen ha cambiado. Veréis que las zonas que estaban más oscuras se han aclarado, dando uniformidad de luz a la foto en general. Es probable que apreciéis detalles que antes no se veían.


- La intensidad del filtro que se aplica automáticamente es del 50%, que puede que os parezca bien, pero podéis jugar con este valor deslizando el dedo a izquierda y derecha sobre la foto. El valor 0% es sin aplicar el filtro y el 100% la máxima intensidad.


- El toque "chulo" está en combinar el efecto HDR con el brillo de la foto. Si deslizamos el dedo sobre la foto arriba y abajo veremos que podemos seleccionar los valores "Brillo" y "Saturación". Seleccionamos "Brillo" y lo bajamos hasta conseguir el efecto deseado. Los valores de brillo se cambian al igual que el de HDR, deslizando el dedo sobre la foto a ambos lados. Yo suelo bajarlo un 30 o 40%, depende de la foto. La saturación, salvo casos aislados, no suelo tocarla.


- Una vez hemos terminado, pulsamos en el icono parecido a una V de la esquina inferior derecha para finalizar los cambios.

- Luego pulsamos en Guardar (arriba hacia la derecha) con lo que guardamos una copia editada de la foto original, es decir, la original la seguimos conservando y además tenemos la foto editada, que podemos encontrar en la galería, junto con el resto. En algunos móviles la encontraréis en una carpeta nueva que el programa crea llamada Snapseed.


¡Pues ya hemos editao!

Para que aprecéis mejor el antes y el después, os pongo el original y el editado:



¿Habéis visto lo bonita que queda? Con otra versión que hice (con distintos valores de HDR y brillo) quedó también tan espectacular que Disfruta Sevilla no se cortó un pelo en plagiarme (aquí también y no es la única), aunque aún no tengo muy claro si indignarme o sentirme orgulloso.

Y para que podáis apreciar mejor las diferencias, os dejo algunos ejemplos editados utilizando la misma técnica, con su antes y su después. Ya vosotros juzgáis.










Sí debo advertiros que este tipo de edición no va nada bien en escenas nocturnas o con poca luz ni tampoco en retratos de personas, por lo que he podido observar hasta el momento. Donde se suelen conseguir mejores resultados es en paisajes con cielo y nubes.

Ni que decir tiene que Snapseed es un potentísimo y fácil editor marca Google que nos sirve para un montón de cosas más. Lo que más suelo usar, aparte de este "truco", es el recorte y la alineación de la foto. Una vez las tengo listas, ya no necesito usar ninguno de los filtros de Eyeem o Instagram. No es que sea muy profesional ni, digamos, técnicamente correcto, pero es sencillo, rápido y a veces se consiguen resultados sorprendentes.

Descargar Snapseed

lunes, 8 de febrero de 2016

Democracia, pese a todo

Título muermo donde los haya. Seguro que habrá espantao a más de uno pensando que me dispongo a largar otro tocho infumable sobre derechos sociales, democracia, política, etc. Una sesuda reflexión, con numerosas referencias literarias y periodísticas, que desgrane la ineludible necesidad de evolucionar en nuestro sistema democrático y bla bla bla. Pero no voy a hablar de eso. No.

El próximo domingo este blog cumple diez años. Llevo con el dominio puesto en venta desde antes que comenzara la crisis, y todavía no he recibido una puta oferta. Cada año, religiosamente, pago la cuota de renovación y de vez en cuando publico algo que ni mis conocidos leen, salvo la opinión sobre Costco, que en mala hora se me ocurrió meterme en aquel berengenal porque he recibido todo tipo de insultos y descalificaciones vía comentarios (muchos de ellos directamente a la papelera).

¿Y qué he sacado yo de esto en diez años? Pues sencillamente nada, y ya va siendo hora de que esto cambie, así que aprovechando que no me lee nadie, voy a escribir sobre las mierdas entre las que me debato interiormente, y que ya, si todavía continúas leyendo, te puedes saltar porque de seguro que te aburrirán tremendamente. Pero oye, algún beneficio tendré que sacarle a esto, aunque sea psicoterapéutico, o para aclararme las dudas y dilemas que tengo, que no es moco de pavo.

Y uno de esos dilemas es el siguiente... Por un lado, soy muy demócrata y democracia ante todo y patatín patatán. Democracia directa, democracia participativa, que el pueblo elija, que el pueblo decida en tiempo real sobre su futuro, que participe en la elaboración y aprobación de nuestras normas, y un partido que avance en el camino de desarrollar todo tipo de procedimientos para dar cada vez más margen de participación al pueblo, especialmente aprovechando el desarrollo de las comunicaciones y las nuevas tecnologías, cosa que nunca antes había existido. Nos encontramos en un momento histórico para hacer un tipo de política nunca vista hasta ahora, más allá de las derechas y las izquierdas, para empezar a construirla, poco a poco, e ir ampliando parcelas para esa verdadera democracia en la que todos podamos tener voz y voto sobre las cuestiones que nos afectan a todos como sociedad.

Y por otro lado... Pienso en los resultados electorales y lo primero que se me viene a la cabeza es que la mayoría de la gente en este país es idiota. Y teniendo en cuenta estas dos cuestiones, la pregunta es clara ¿por qué queremos más democracia cuando la mayoría de los ciudadanos ha demostrado que no está preparada para poder decidir sobre su futuro?

Esta pregunta pone de manifiesto una evidente contradicción sobre la que apenas he querido pasar, en mis pensamientos, porque me suponía un problema que no podía resolver. Compatibilizar mi tendencia a una sociedad más democrática, más independiente de partidos de uno u otro signo, más independiente de los grupos de poder económico y, presumiblemente, más justa y ecuánime.

Luego, pensando sobre mi conclusión sobre el nivel de inteligencia de la mayoría ciudadana, y volviendo a sopesar, en un ejercicio de empatía, los factores que a esa mayoría le puede llevar a votar a partidos corruptos que se están cargando España, se me ocurre que quizás ese bajo nivel de comprensión no sea la única de las causas, sino que quizás el miedo a los cambios, la irresponsabilidad, el egoísmo, incluso el qué dirán, pueden ser otros de los ingredientes que, en mayor o menor medida, se mezclen para cocinar este amargo pastel que supone el triunfo de los partidos de "toda la vida".

Y trato de imaginar fórmulas, aunque apunten a utopías cuajadas de tecnología y responsabilidad ciudadana y aunque se distancien de nosotros en varias generaciones, hasta que me doy cuenta de que la principal diferencia que marca la frontera entre las políticas posibles actualmente y las pretéritas constituye, a la vez, un excelente filtro para quitar la morralla intelectual, y toda la caterba de dinosaurios analfabetos que lastran el progreso de nuestro país en este recién estrenado tercer milenio.

Las nuevas tecnologías se han convertido en incomprensibles para una gran mayoría de ciudadanos que, bien por su edad, o bien por su escasa capacidad de adaptación intelectual a las nuevas circunstancias, no es capaz de utilizarlas en el ejercicio de sus derechos de voto. Pues la cosa es bien simple (y compleja a la vez, pero apasionante). Implantemos mecanismos de ejercicio de la voluntad democrática utilizando estas nuevas tecnologías, que constituirán una excelente barrera que nos librará de la influencia que personas que no se enteran la misa la media pueden tener en el conjunto de la sociedad.

De manera progresiva se pueden establecer procedimientos para que, cada vez en más materias, los ciudadanos puedan votar a favor o en contra utilizando los mecanismos de autentificación telemática que ya existen. Se pueden establecer incluso mecanismos de filtrado para que aquel que quiera votar, por ejemplo, la aprobación de una ley, no solo necesite saber utilizar el navegador con su correspondiente certificado digital o DNI electrónico, sino que tenga que responder a un test básico de cuestiones sobre la ley sobre la que quiere votar. Sí. No es un sistema perfecto, pero es mucho mejor que lo que tenemos ahora, y sobre todo más democrático. Y no me imagino yo a la mayoría de los jubilados utilizando este sistema y, por tanto, influenciando con su irresponsable voto el destino de este país.

Por supuesto, cualquier sistema de participación ciudadana directa se puede combinar perfectamente con la democracia representativa, utilizando fórmulas como por ejemplo la de Democracia 4.0, propuesta por el diputado andaluz Juan I. Moreno Yagüe, y como cabe esperar, este avance en la ampliación progresiva de las materias en las que la ciudadanía pueda participar de forma directa ha de tomarse como un largo camino, que quizás se prolongue durante décadas, pero es ése el camino, y no otro, el que nos hará independizarnos definitivamente de la partitocracia reinante en este país y, sobre todo, de la enorme irresponsabilidad que supone el ejercicio del derecho a voto por parte de ciudadanos con antojeras que les impiden ver la corrupción y la realidad social y económica de este país.

martes, 12 de enero de 2016

Carta abierta a los grandes empresarios españoles

Muy señores míos.

La desgracia ha azotado cruel e incansablemente nuestro país (vaya forma de empezar una carta) fundamentalmente a través del paro. El paro. Ese horrible mal que condena a millones de españoles a la necesidad, cuando no a la pobreza, y que lastra el desarrollo de nuestro país, relegándolo a un mero comparsa de los poderes extranjeros (sean europeos, americanos, chinos o vayan ustedes a saber).

Muchos políticos, economistas, periodistas y analistas de toda índole debaten, a veces acaloradamente, sobre cuál puede ser la solución a un problema de tal magnitud. Algunos, como poseídos por don Perogrullo, repiten incansablemente el mismo mantra: "Hay que crear empleo, hay que crear empleo...". Tóquense los cojones ¡pues claro que hay que crearlo! Pero ¿cómo? Y ésta es la cuestión que quiero abordar en este llamamiento a una profunda reflexión.

Ustedes, como grandres empresarios, constituyen pilares fundamentales de la base económica, laboral e incluso social de este país. Con su esfuerzo por mejorar la competitividad, aúpan el PIB para que en las cifras macroeconómicas nuestro país tire hacia arriba, y la imagen de España en el extranjero sea, al menos, un poquito menos mala. Y es a ustedes a los que me dirijo para pedirles un esfuerzo más, porque ustedes tienen el poder suficiente para volver a hacer de España un sentimiento que lucir con orgullo en todo el mundo, incluso en el terreno de la economía.

En su afán por mejorar la competitividad, han llevado a cabo estrategias de deslocalización de la producción, esto es, han cerrado fábricas situadas en nuestro territorio, debido a que la mejora de los transportes y las comunicaciones, unido a la industrialización de otros países en vías de desarrollo, les han permitido fabricar o producir los bienes en esos países a un coste menor que si los produjeran en España. Quien dice producir, dice comprar.

Cuando ustedes fabrican o compran los productos a países donde su coste es más barato que en España, aumentan la productividad reduciendo costes, lo que repercute en un mayor beneficio económico para ustedes y una mayor solidez para sus empresas.

Este fenómeno, aumentado progresivamente durante las últimas décadas, ha disminuido considerablemente la actividad laboral en nuestro país, y ello, unido al pinchazo que sufrió el mercado de la construcción, ha traído a España el aterrador fantasma del paro, y todas las desastrosas consecuencias que se derivan de él.

Una de estas consecuencias es la bajada en el consumo. Esos millones de trabajadores que se han quedado sin empleo ven reducidos drásticamente sus ingresos, por lo que su capacidad de consumo disminuye y nos lleva a entrar en un círculo tan vicioso como peligroso: Menos consumo -> Menos facturación de las empresas -> Menos necesidad de personal -> Más paro -> Menos consumo.

No tengo que explicarles a ustedes lo difícil que resulta salir de un círculo así, y el gobierno y los políticos, entre corruptelas, impuestos y numerosos despilfarros, no contribuyen mucho a sacar a España de este pozo en el que cada vez nos hundimos más.

La clase trabajadora, los pequeños y medianos empresarios, los autónomos, los pensionistas... Aunque constituyen la gran mayoría de la sociedad española no son los que gestionan y organizan los pilares sobre los que se sustenta nuestra economía. Son ustedes.

Con sus decisiones y estrategias empresariales, pueden llegar a cambiar por completo este país y convertirlo en un referente mundial en creación de empleo, auténtica recuperación económica y, por qué no decirlo, responsabilidad nacional y verdadero patriotismo. Precisamente ese patriotismo que tiene que ver con la cartera.

No les pido que regalen su dinero a España, les invito a que inviertan en España. Les convoco a que vuelvan a traer sus fábricas a España, a que vuelvan a comprar a otras empresas españolas, a que dejen de importar, aunque les salga más barato y rentable, para desarrollar una estrategia basada en el consumo nacional, la producción interna y la exportación. Transformen España, aunque sus beneficios a corto plazo bajen. Ese es el patriotismo que les desafío a demostrar. Uno no demuestra su patriotismo luciendo una pulserita con la bandera, o poniendo una pegatina en el coche, o despotricando contra la independencia catalana. El verdadero patriotismo se demuestra con las cosas que cuestan. Muchos españoles han dado su su vida por su país, otros muchos la ponen a su servicio día a día. ¿Serán ustedes capaces de poner su capital al servicio de España?

Posiblemente opinen que el empleo que ya crean y los impuestos que ya pagan son muestras más que suficientes de patriotismo, pero la realidad económica que nos rodea hace innegable que esas contribuciones no son suficientes y que es necesario un esfuerzo aún mayor, un cambio de timón aunque sea para navegar a barlovento. Ahí es donde se forjan los buenos capitanes, así es como nacen los héroes.